Un músico, cinco ministerios

Dice Efesios 4:11 (RV60) “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”. Cristo, el Hijo mismo, es quien da estos dones, cinco ministerios con un único propósito: la unidad del Cuerpo de Cristo y el conocimiento pleno del Hijo de Dios. ¿Por qué es importante entonces conectar nuestra música con los cinco ministerios? Porque ésta es la esencia de todo adorador: darle a Cristo lo que él está deseando recibir. ¿Y qué desea Cristo? Que siguiendo la verdad en amor (Cristo es la Verdad) crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Así es, todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! (Romanos 11:13) ¿Qué significa esto? Que la música no es el centro de la adoración, ni de los ensayos, tampoco lo son los instrumentos que ejecutamos, no son el centro los músicos, ni mucho menos la técnica; el centro de la adoración es Cristo. Y aunque tengamos la bendición de poseer todas estas cosas sobre la plataforma, lo único que puede perfeccionar a los santos y edificar el cuerpo es el pleno conocimiento del Hijo de Dios. Fluir en los cinco ministerios es ser como Cristo; dicho de otro modo, el músico que puede fluir en los cinco ministerios es aquel que deja que Cristo sea formado en su interior.

Cuando entendemos el deseo y propósito de Cristo para nosotros, no nos queda más que hacernos responsables de responder, con oídos afinados a los suspiros y latidos de Cristo. Él anhela manifestarse en y por medio de nosotros, y para esto debemos tomar toda la plenitud de Cristo, ¡Gracia sobre gracia! Tan y más importante que tener el instrumento completo es tener el carácter completo del Hijo, y él se mueve en los cinco ministerios. Cristo son los cinco ministerios. ¿Subirías a tocar la batería con un solo palillo? ¿Subirías a tocar la guitarra con dos cuerdas menos? Verdad que no, entonces ¿Por qué subiríamos a adorar sin uno de los ministerios formados en nuestro carácter? Sonaría raro, o incluso sería imposible llegar a ciertas melodías, o conseguir ciertos tempos con el instrumento incompleto. De la misma forma sucede, cuando un músico adora sin compasión por las almas, o con visión profética pero sin lograr impartir sanidad, fe, libertad o esperanza a quien lo oye. Pidamos gracia y humildad para fluir en los cinco ministerios y que Cristo sea formado en nuestro interior.

María Angelica Ruiz. Febrero, 2024

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